domingo, 15 de noviembre de 2009

"Si me hubieran hecho caso cuando supliqué una revisión, mi hijo estaría vivo"

Una madre ha presentado una denuncia contra el Servicio Canario de Salud por la muerte de su hijo Iván, de 28 años.
“Mamá, por favor, estoy cansado, no aguanto más”. Las palabras de Iván resuenan todavía en la cabeza de su madre, Patricia. “Fue el último día que le llevé a urgencias y me lo sentaron en una silla en la parte de fuera. Volví a suplicar y llorar para que le hicieran una revisión, para que ordenaran un traslado a Gran Canaria, pero tampoco me hicieron caso”, recuerda entre lágrimas.

“Estaba agachado, doblado entero. Me suplicaba que ya no aguantaba más. A su novia también la agarraba, pobrecita. Decía que no soportaba más los dolores”. Sin embargo, según Patricia, gracias a un médico que vio en urgencias y que ella conocía personalmente, esa vez logró que atendieran a su hijo. “Gracias al médico Tomás Verona le hicieron pasar”. Pero, desgraciadamente, ya era tarde.

“Media hora después salió y me dijo: Patricia, tu hijo está grave”. Iván fue ingresado en la UVI. “Yo les dije que por qué no lo habían visto antes, que yo había suplicado una revisión. Estuve dos meses llorando en el hospital para que le hicieran una revisión. No pedía nada más. Un traslado”.

Al día siguiente, se lo llevaron en helicóptero al hospital Doctor Negrín de Gran Canaria, donde hacía poco más de dos meses había sido operado del corazón, y hasta allí también viajaron una vez más su madre y su novia.

“Estuvimos con él en el Negrín y me dijo: Mamá, vas a perder un hijo. Le dije: No cariño, no vida mía. Si mamá, me estoy muriendo. No, cariño, tú eres fuerte…” Ese mismo día, cuando a la noche se marchó a descansar un poco al hotel, recibió una llamada. “Me sonó el móvil y me dijeron que me presentara urgentemente en el hospital. Yo iba en el taxi rogándole a Dios que fuera una operación, algo para firmar, como siempre. Y cuando llegamos con mi nuera ahí, simplemente, con ver a todos los médicos ahí parados, las enfermeras, supe que mi hijo se me había ido. Y ése fue el peor momento de mi vida. No me dijeron que había muerto. Solamente las caras me lo dijeron. Se me fue, se me fue…”, repite Patricia, sin poder evitar venirse abajo, cuando han pasado poco más de seis meses desde aquel fatídico día.

Sin embargo, ha logrado reunir fuerzas para contar su historia, porque cree que si hubiera tenido una correcta atención médica, hoy su hijo estaría vivo. De momento, ya ha presentado una denuncia en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción Número 3 de Arrecife contra el Servicio Canario de Salud, el Hospital Doctor José Molina Orosa y el Centro de Salud de Valterra. “Yo no quiero nada, porque nada me va a devolver a mi hijo, pero no quiero que esto le suceda a nadie más”, afirma.
Una enfermedad inusual

Iván tenía 28 años y padecía una enfermedad genética poco común, conocida como Síndrome de Marfan, pero nunca se lo habían diagnosticado ni le había dado mayores problemas. Sin embargo, al nacer su hija, llegó también el diagnóstico para él. La niña padece esta enfermedad en un grado mucho más grave, por lo que está en tratamientos y operaciones desde que nació, y ahí comenzaron también los estudios para Iván. Pero no fue hasta el año pasado cuando se enfrentó a una de las complicaciones de esta patología.

“Empezó a padecer de los pulmones y a sentir dolor en el pecho”, explica su madre. Poco después, le operaron en el hospital Negrín para implantarle una prótesis en el corazón.

“Supuestamente, los médicos me dijeron que iba a quedar muy bien y que podría hacer una vida normal. Cuando le operaron, por lo visto hubo alguna complicación y tuvieron que reanimarlo, pero gracias a Dios salió bien”, cuenta Patricia. Iván pasó tres meses en la UCI, en los que fue sometido a nuevas intervenciones, y una semana después de ser trasladado a planta, fue enviado a casa. “Me extrañó que le dieron el alta muy pronto, habiéndole hecho una operación a corazón abierto. Yo les dije que mi hijo no estaba bien, pero me dijeron: Señora, es que no hay camas y necesitamos las camas”.

Así, regresaron a Lanzarote, y un mes después comenzó el calvario. Empezaron los dolores y fue ingresado en el Doctor José Molina Orosa. “Estuvo dos meses y supuestamente quedó bien otra vez. Le dijeron que había cogido un virus, se lo quitaron y le mandaron para casa, diciendo que hiciera vida normal. Pero mi hijo siguió mal”, relata Patricia.

“A las dos semanas, ya no se podía levantar. Se agarraba el pecho y me decía: Mamá, por favor, me siento mal”. Y entonces empezó el peregrinar por los centros sanitarios. Patricia asegura que del hospital “le echaron para casa con un Nolotil, diciendo que el dolor era normal, de haber estado tanto tiempo en la cama”.

Después, al Centro de Salud de Valterra, “donde dijeron exactamente lo mismo”. “Le decían: No tienes nada, chaval, vete a casa, camina, haz vida normal…” Pero según su madre, “Iván empezó a adelgazar mucho. Todo lo que comía lo devolvía. Y era echar sangre, sangre... Yo se lo explicaba y me decían que eso era normal”.

Los días 9, 12 y 13 de abril visitó los servicios de urgencias tanto de Valterra como del hospital, según los partes médicos que ha podido consultar La Voz. En el último de ellos, se le da el alta recomendado “continuar con su medicación habitual” y seguir un “control de su médico de cabecera”.
Súplicas

“En todo el tiempo que pasó desde la operación no le llamaron ni una vez para una revisión, para una consulta, para ver cómo iba la prótesis del corazón…”, se lamenta indignada Patricia. “Fui muchas veces al hospital. Me ponía de rodillas, agarraba a todos los médicos que pasaban y les imploraba que por favor me ayudaran a hacerle un traslado para que le hicieran una revisión”. En aquellas visitas, Iván ya ni siquiera acudía. “Él no podía ir porque estaba en cama con fuertes dolores. Yo iba solita. Las enfermeras están de testigo, que me llamaban madre coraje”.

Sin embargo, afirma que los médicos le decían que no podían hacer nada. Que hablara con el Negrín, o con “la jefa”. “Hablé con la señora Blanca Fraguela. Le supliqué llorando, como llora una madre, que solamente pedía un traslado, una revisión. Le dije: Te lo suplico, por favor, si tú eres madre, compréndeme. Pero su respuesta fue: Gracias a Dios, yo no soy madre”.

Cuando finalmente, el 4 de mayo, consiguió que ingresaran a su hijo y le trasladaran de urgencia a Gran Canaria, lo que escuchó le empuja aún más a emprender ahora esta batalla. “Me preguntaron que cómo no le había llevado antes. ¿Cómo me pueden decir eso? ¡Es que aquí no me lo quisieron recibir! ¡Le ponían un Nolotil y me lo echaban para la calle!” Según asegura, en Gran Canaria responsabilizaron a los médicos de Lanzarote. “Preguntaban cómo no vieron que mi hijo tenía un hematoma grandísimo en el corazón y que se le estaba acumulando toda la sangre”.
“Defecto” en la prótesis

Según los resultados de la autopsia que se le practicó en el Hospital Doctor Negrín, la prótesis tenía un “defecto de un centímetro”, “coincidiendo con hematoma mediastínico derecho de 18 centímetros de diámetro mayor, que provoca múltiples adherencias mediastínico pericárdicas, comprimiendo el pulmón derecho y el corazón”, además de otra larga lista de complicaciones.

Como causa de la muerte se señala el shock hipovolémico, que se desarrolla cuando baja el volumen sanguíneo y el corazón se vuelve incapaz de bombear suficiente sangre al cuerpo, siendo una hemorragia externa o interna la causa más común.

Según su madre, “tenía la prótesis partida en el corazón y se le reventó la vena aorta. Había un coágulo de sangre tan grande en el corazón, que ya no lo soportó más”. Por eso, no se explica “cómo no le vieron la prótesis rota y ese hematoma”, ni en las visitas que hicieron a urgencias, ni en las radiografías, ni cuando estuvo ingresado en Lanzarote. “Aquí tenían que haberse dado cuenta, tenían que haberlo visto”.

Por eso, después de luchar durante meses contra la enfermedad junto a su hijo, ahora está dispuesta a seguir batallando contra el Servicio Canario de Salud, porque considera que ha habido una cadena de responsabilidades. Cree que si hubiera estado “un poco más de tiempo ingresado en el Negrín tras la operación, Iván no estaría muerto”. Que si le hubieran hecho una revisión posterior, “esto se hubiese evitado”. Que si en lugar de ordenar su traslado el día que murió se hubiera hecho antes, “hoy podría haber tenido a mi hijo todavía aquí”.
FUENTE: LA VOZ DE LANZAROTE

Patricia relata cómo era su hijo Iván
Buen padre, amigo y trabajador


“Era muy sociable, muy querido, tenía muchos buenos amigos”. Así define Patricia a su hijo, y se le dibuja una sonrisa al recordar que “cuando era pequeño, le decían el cuervo, porque se vestía de negro. Le encantaba ese color”.

Iván nació en Tenerife y a los ocho años vino a Lanzarote. Aquí trabajó en varias hamburgueserías y su madre asegura con orgullo que, según todos los jefes que ha tenido, “era el mejor planchista de la isla”.

Aunque padecía el Síndrome de Marfan, no se lo habían detectado ni le había dado problemas. “Medía casi 1,90. Notaba que era muy grande, pero yo estaba muy orgullosa”, recuerda Patricia, explicando que después supieron que ése es uno de los síntomas de esta enfermedad.

El diagnóstico llegó al nacer la hija de Iván, que padece el Síndrome de Marfan de forma mucho más grave. “Cada seis meses tienen que abrirla, tienen que operarla, para ir regulando, para que no crezca mucho”. Pero a pesar de que su vida no está siendo fácil, es el mejor regalo que les ha dejado Iván. “Me está dando mucha vida. Es una parte de mi niño”, afirma Patricia, que además tiene palabras de reconocimiento para la madre y la otra abuela de su nieta. “También es una abuela coraje por lo que ha luchado por la niña”.

La pequeña es fruto de una relación anterior, y después Iván tuvo una nueva pareja, Loli. “Él la amaba con locura. Seguirá siendo mi nuera siempre. Se fue totalmente enamorado”, afirma Patricia, que también se muestra agradecida con los suegros de su hijo. “Él les adoraba. Se portaron muy bien con él. Me consuela que mi hijo por lo menos se fue feliz, porque tuvo una familia maravillosa”.

A su funeral y a su entierro, en Tenerife, acudieron amigos de todas partes. “Me emocioné mucho porque jamás me imaginé que iba a ir tanta gente. Ayuda mucho ver que tu hijo era tan querido”.

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