miércoles, 20 de enero de 2010

El corazón del futbolista

Por Felipe S.Mateos: El "Caso Sergio Sánchez" ha abierto uno nuevo debate médico-futbolístico en que la situción de Rubén de La Red no había podido derivar por sí sola: ¿Hasta qué punto deben extremarse los diagnósticos? ¿Se debe dejar la última palabra al jugador si éste asume el riesgo de seguir compitiendo al máximo nivel?

La trágica muerte de Antonio Puerta cambió las reglas del juego porque desde aquel fatídico verano los exámenes médicos se extremaron con toda la severidad posible en la máxima competición. Aún con todo, los casos de De la Red, de Jarque y de Sergio Sánchez, confirman lo que ya muchos apuntaron tras la muerte de Puerta: se sabe muy poco sobre el corazón de los futbolistas.

En los tres casos anteriores, se habían realizado un sinfín de pruebas antes de que saltara la alarma, pero no encontraron nada grave. Es muy complicado descubrir y diagnosticar cualquier anomalía del corazón.

Con el fin de evitar más tragedias desagradables ningún profesional se aventura a dar el alta a Rubén de la Red, un futbolista que se consume en la incertidumbre, ni ahora a Sergio Sánchez. Para ellos, dos futbolistas jóvenes, en el despegue de su carrera, que acababan de firmar por dos clubes top, también es una tragedia dejar de jugar al fútbol. Pero, como dijo con mucho tino Guardiola, lo importante es que se haya descubierto ahora el problema. Jarque no tuvo opción. Como años antes tampoco tuvieron opción Foe, Feher, Puerta y muchos otros anónimos futbolistas.

Víctor López García-Aranda, jefe Clínico del Hospital Virgen Macarena de Sevilla, doctor con el que tuve la oportunidad de hablar unos minutos sobre la muerte de Antonio Puerta y que analizó el problema en una interesante columna que acompañaba el reportaje "Que está pasando con el corazón" que publiqué en Estadio Deportivo, hablaba así el pasado día 4 de enero para El Mundo:
"Sí, soy partidario de que el deportista decida, siempre exponiéndole con todo rigor los riesgos del caso". "El mayor problema son las enfermedades congénitas microscópicas o histológicas de la aorta. El síndrome de Marfan es relativamente frecuente en jugadores de baloncesto. Ante el riesgo de rotura de la aorta, hay que detener el ejercicio físico intenso. Es incompatible con el deporte de elite". Por contra, "resulta rarísimo que se dé una miocarditis fulminante. Por ahí, sí que habría más esperanza".

Siguiendo con la canasta, en la memorable película Camino a la gloria basada en la histora del entrenador Don Haskins, uno de los chavales negros tiene que dejar el baloncesto por uno problema de corazón. La gestión del problema, aunque estemos hablando de 1966, fue la misma que se está aplicando con De la Red y César Sánchez: prudencia máxima.

Aunque tampoco la prudencia es siempre el camino correcto. En 1996, recién contratado por el Inter tras ganar el oro olímpico contra Brasil, Nwankwo Kanu tuvo que dejar el fútbol porque se le descubrió una grave insuficiencia cardiaca. “El diagnóstico es despiadado, pero es así. Kanu sufre de una insuficiencia valvular aórtica”, dijo entonces el galeno del Inter. Un año después, sin embargo, tras someterse a una delicada intervención en la que le cambiaron la arteria dañada por una artificial, Kanu volvió a marcar goles en la alta competición al máximo nivel. Todavía, incluso, sigue buscando el gol en el Porstmouth.


Menos suerte corrió el argentino Juan Gilberto Funes, que tuvo que renunciar a Boca porque padecía un problema similar al de Kanu y los médicos le advirtieron que debía abandonar el fútbol porque podía morir sobre el campo. Funes se resignó a la retirada pero tiempo después murió de un paro cardíaco.

Como reconoció el propio jefe de los servicios médicos del Sevilla, Juan Ribas, catedrático de Fisiología médica y Biofísica, hace unas fechas en un congreso en el Centro de Alto Rendimiento de la Cartuja (se niega a hablar con los medios de comunicación): "Aún estamos a oscuras en eso". Hay que señalar que como recogen Eduardo J.Castelao y Antonio Félix en su excelente reportaje en El Mundo, "en el Espanyol se le diagnosticó, hace unos años, una dilatación aórtica congénita, pero los doctores sevillistas creían controlado ese problema: "Ni hubo desmayos ni ningún familiar suyo falleció por esa causa".

Llegados a este punto conviene recordar el comentario de Jurdan en el post en el que El Diván del Fútbol analizó la muerte de Dani Jarque:


Hace varios años escuché a un médico de Primera División: "Si nos ponemos exigentes en los exámenes médicos, el 95% de los jugadores no los pasa". Quiero pensar que se refería a taras por desgastes lógicos de la competición en rodillas, articulaciones, etc. Aún así, y si el de Jarque tiene alguna vinculación, las muertes laborales en el fútbol tendrán uno de los índices más inferiores entre todas las profesiones. Eso sí, el impacto es el que es.

En el citado reportaje de El Mundo, el doctor Fernando Arribas, del Hospital 12 de Octubre de Madrid, lanza la pregunta que muchos se hacen pero que pocos se atreven a formular: ¿por qué no decide el propio deportista? Y así justifica su propuestas:

"En otros países existe más libertad, y una vez conocido el diagnóstico es responsabilidad del jugador y del club decidir si sigue jugando o no. Es terrible decirle a un chico tan joven que su carrera se ha acabado. Sobre todo, cuando nadie puede asegurarle que le pasará algo malo si sigue jugando, porque la estimación de riesgo es teórico".

El Madrid debería tenerlo en cuenta antes de jubilar de por vida Rubén de La Red.

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